Bachar El Asad ignora a la comunidad internacional y mantiene su ofensiva


29/Mayo/2012              ANA CARBAJOSA  Jerusalén._ Mientras la comunidad internacional se llevaba las manos a la cabeza ante la matanza de Hula, el Ejército sirio mataba a decenas de personas en Hama y en otros puntos del país.
La secuencia de los hechos da una idea del limitado impacto que la diplomacia internacional ejerce sobre el régimen de El Asad, aparentemente dispuesto a aniquilar la disidencia que ha brotado en el país al calor de la primavera árabe. Kofi Annan, el enviado de Naciones Unidas y la Liga Árabe aterrizó el lunes en Damasco en un enésimo intento de frenar el baño de sangre que se ha cobrado ya más de 10.000 muertos en poco más de un año.

La visita de Annan viene precedida por una cascada de declaraciones de condena internacionales después de que las imágenes de decenas de pequeños cadáveres de niños muertos el viernes en Hula, al oeste del país dieran la vuelta al mundo. Los observadores de la ONU certificaron la muerte de 108 personas, 59 de ellas niños. Los opositores culpan al gobierno y a los milicianos del crimen mientras que Damasco apunta a “grupos terroristas”. Annan, calificó de “crimen horrible” las muertes en Hula y pidió al Gobierno de Damasco que “dé pasos claros que demuestren su seriedad a la hora de resolver esta crisis de manera pacífica”.

Cerca de 300 observadores de la ONU se encuentran desplegados en el país para vigilar el supuesto alto el fuego pactado en abril con la mediación de Annan y que a estas alturas se encuentra hecho trizas. Annan se entrevistará el martes con el presidente sirio, Bachar el Asad, para tratar de resucitar su plan de paz.
Los sirios salieron a la calle para manifestarse por tercer día consecutivo para expresar su rechazo a la campaña represiva del régimen y en particular contra la masacre de Hula. Activistas antigubernamentales cifraron el lunes en 41 los muertos a manos del Ejército en 24 horas en Hama, en el oeste del país, donde los tanques habrían disparado contra objetivos civiles tras un ataque de grupos rebeldes armados a los soldados destacados en la zona. Ocho niños estarían entre los muertos.
Mientras, se van conociendo detalles de lo ocurrido en Hula. Activistas, grupos de derechos humanos y reporteros que han tenido acceso a testimonios de habitantes de la zona ofrecen una versión de los hechos. El régimen de El Asad ofrece otra completamente distinta. Según ambos relatos una multitud se concentró entre la una y las dos de la tarde del viernes, después de la oración en Taldou, una zona de Hula. Eso es todo en lo que coinciden el Gobierno y los grupos opositores. A partir de aquí, las versiones son opuestas.
Damasco sostiene que la citada multitud iba armada y se subió en camiones para dirigirse a puestos del Ejército a los que atacaron durante horas. Tres soldados murieron y otros 16 resultaron heridos según el recuento oficial. Lo sucedido en Hula, aseguró el domingo el ministerio de Exteriores, forma parte del ataque de “grupos terroristas”, denominación que Damasco utiliza habitualmente para referirse a los rebeldes.
Los habitantes de la zona consultados por organizaciones como Human Rights Watch (HRW) describen una secuencia de los hechos diferente. Cuentan que después del rezo los soldados abrieron fuego para dispersar a los manifestantes. Miembros armados de la oposición atacaron después uno de los checkpoints desde los que había disparado el Ejército. Los militares respondieron bombardeando con intensidad varios barrios de Hula. La versión de los residentes coincide en este punto con las evidencias halladas por los observadores de la ONU. A su llegada a Hula el sábado, encontraron restos de artillería disparada por el Ejército. Hay algo más de ambigüedad en lo sucedido posteriormente, ya que muchas de las víctimas murieron por el impacto de los bombardeos, pero otras presentan heridas de cuchillo y disparos efectuados desde una distancia corta.
Cerca de las seis y media de la tarde, justo cuando los bombardeos cobraban mayor intensidad, hombres armados vestidos con uniformes militares atacaron las viviendas cercanas a la presa de Hula, según el relato de los supervivientes. Un niño de diez años, miembro del clan familiar Abdel Razak, al que pertenecen decenas de las víctimas contó a HRW que vio cómo mataron a su amigo de 13 años: “De repente escuché disparos. Era la primera vez que escuchaba tantos disparos. Mi madre me agarró y me escondió en un pajar. Escuché a los hombres gritar. Escuché a la gente llorar, sobre todo a las mujeres. Miré por la ventana. Miraba a veces, pero tenía miedo de que me vieran. Hombres vestidos como soldados, de verde con otros colores y zapatos blancos entraron en nuestra casa. Unos minutos después salieron. Después, al otro lado de la calle vi a mi amigo Shafiq de 13 años que estaba de pie, solo. Un hombre armado vestido de militar le cogió y le puso en la esquina de una casa. Sacó su arma y le disparó en la cabeza”.
Hula se encuentra cerca de Homs, uno de los bastiones de la resistencia siria, asediada por el Ejército. Las diferentes sectas y corrientes religiosas dividen esta zona agrícola, en la que según los observadores podría estallar un conflicto civil a raíz de la matanza del viernes. Las aldeas atacadas forman parte de la comunidad suní, mayoritaria en toda Siria y en las que el Ejército Sirio Libre se ha hecho fuerte. Están rodeadas de poblaciones chiíes y alauíes, la secta a la que pertenece el presidente El Asad y parte de la élite gobernante del país.




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