29/Enero/2012
Jerusalén.- Las tropas de Bachar el Asad han
lanzado una ofensiva para reconquistar los suburbios de Damasco y se combate a
apenas tres kilómetros de la capital. La ciudad no está bajo asedio, pero la
enorme superioridad del Ejército sirio sobre las milicias de la oposición ha
sido hasta ahora insuficiente para sofocar una revuelta que surgió hace casi un
año en Daraa, una población remota, y se ha extendido ya a casi todo el país.
La violencia ha experimentado un rápido incremento
durante la última semana. La Liga Árabe suspendió el sábado la misión de sus
observadores, porque consideró que los riesgos resultaban excesivos. También la
ONU dejó de contabilizar las víctimas del conflicto en diciembre, cuando se
llegó a las 5.000, dada la imposibilidad de verificar datos.
Portavoces de la oposición estiman que entre el miércoles
y el sábado se registraron más de 100 muertos. El Gobierno, por su parte,
asegura que el sábado fueron enterrados 28 soldados y agentes de las fuerzas de
seguridad y que ayer, domingo, murieron otros 16.
El Ejército, confeccionado a medida por la minoría alauí
a la que pertenece la familia El Asad (se calcula que el 80% de los altos
oficiales pertenecen a dicha rama del chiísmo), empieza a dar muestras de
fatiga tras meses de despliegue ininterrumpido. El uso de artillería y tanques
en zonas urbanas sólo ha exacerbado las protestas y ha estimulado el uso de las
armas por parte de grupos opositores.
Las Fuerzas Armadas sirias son numerosas, pero la gran
mayoría de los 300.000 soldados son reclutas suníes a los que no suelen
asignarse misiones de combate porque se duda de su fidelidad al régimen. La
principal responsabilidad a la hora de reprimir la revuelta recae en la Guardia
Republicana, con unos 10.000 efectivos, y en la Cuarta División Mecanizada, con
unos 20.000 efectivos, ambas dirigidas por Maher el Asad, hermano menor del
presidente, y formadas exclusivamente por alauíes.
Para desplegar unos 2.000 soldados y medio centenar de
tanques en suburbios de Damasco como Sakba, Hamouriya y Kfar Batna, el Gobierno
ha tenido que reducir fuerzas en otros lugares. Esa es la razón de que la
superioridad en número y armamento del Ejército no se haya traducido hasta el
momento en una victoria sobre la oposición: en cuanto una ciudad es sometida a
sangre y fuego, los soldados de Maher el Asad deben abandonarla para asaltar
otra y los rebeldes resurgen.
Los portavoces de la oposición y del Gobierno coincidían
este domingo en que los combates cerca de Damasco eran muy intensos. La
oposición hablaba de “guerra”. También se combatía en Rankus, a unos 30
kilómetros de la capital y muy cerca de la frontera libanesa, por donde, según
el Gobierno, entran grandes cantidades de armas pagadas por “gobiernos
extranjeros” (El Asad prefiere no señalar directamente a Arabia Saudí y el
resto de los países petroleros del Golfo) y destinadas a la oposición. Arabia
Saudí, la gran potencia suní, e Irán, la potencia chií aliada con el régimen de
El Asad, libran en territorio sirio un conflicto estratégico por la hegemonía.
El régimen de Bachar el Asad ha decidido resistir hasta
el final, pese a las presiones de la Liga Árabe, que pide abiertamente la
renuncia del presidente y la creación de un Gobierno de unidad. Amplios
sectores de la población, entre los que destacan las minorías alauí y
cristiana, respaldan al presidente. Alauíes y cristianos temen la venganza de
los suníes si cae el régimen, y sus temores se refuerzan por las amenazas
contra las minorías que se escuchan, cada vez con más frecuencia, en algunos
ámbitos de la oposición.
El secretario general de la Liga Árabe, Nabil Elaraby,
viajó ayer a Nueva York. El martes intentará convencer al Consejo de Seguridad
de la ONU (en el que Rusia y China defienden a El Asad) de la necesidad de
emitir una resolución inspirada en el plan de paz de la Liga Árabe. Nadie está
a favor, sin embargo, de una intervención militar internacional en Siria, por
lo que una hipotética resolución de condena a Bachar el Asad no tendría otra
fuerza que la moral. Es decir, podría ser ignorada por el Gobierno de Damasco,
ya sometido
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