16/Abril/2012 Agencias/ Juan Gómez Oslo, Berlín._ Con el brazo en alto y el
puño cerrado ha saludado el
ultraderechista Andreas Behring Breivik al
comienzo del juicio que se ha iniciado contra él por la muerte de 77 personas, la mayoría
adolescentes, en el doble atentado en el distrito gubernamental de Oslo y en la
isla de Utoya el pasado 22 de julio.
El proceso, que ha suscitado un gran
interés mediático, se centrará sobre todo en determinar si Breivik, de 33 años,
es o no penalmente responsable de sus actos, ya que nunca ha negado la autoría
de los hechos. De hecho, ha declarado ante el tribunal: "Reconozco los
hechos pero no la culpabilidad. Actué en defensa propia", ha respondido a
la pregunta de la juez después de la lectura de la acusación, que ha durado una
hora. El temor de muchos noruegos es que la vista, que durará 10 semanas, se
convierta en un circo en el que se dé pábulo a las teorías xenófobas del
acusado. "Se explicará mucho sobre por qué hizo lo que hizo. No sólo va a
defender sus actos, sino que también lamentará no haber ido más lejos",
adelantó ya hace unos días su abogado, Geir Lippestad.
El inicio de la vista, poco después de las nueve de la
mañana, hora peninsular española, ya ha dado una pista de por dónde irán los
derroteros de un juicio que durará meses. "No reconozco los tribunales
noruegos. Habéis recibido vuestro mandato de partidos políticos que defienden
el multiculturalismo. No reconozco la autoridad del tribunal", ha dicho
Breivik, que ha entrado a la sala tranquilo y sonriente, escoltado por dos
policías. Tras quitarle las esposas, el acusado ha extendido el brazo con el puño
cerrado, ante un público compuesto por víctimas, familiares y periodistas, en
un gesto que significa, según describió en un largo manifiesto en inglés
escrito antes de perpetrar los atentados, "la fuerza, el honor y el
desafío a los tiranos marxistas en Europa". A continuación, ha estrechado
las manos de los psiquiatras que lo han examinado y que se han acercado a él.
Antes de cometer los ataques, Breivik, que se ha presentado
como "escritor" a la pregunta del tribunal sobre su profesión,
redactó y colgó en Internet un manifiesto de 1.500 páginas donde explicaba sus
actos como reacción contra la “islamización de Europa” y contra la “izquierda
multiculturalista” que la propicia. Tras volar medio centro de la capital
noruega con una potente bomba fabricada por él mismo, que mató a ocho personas,
Breivik se dirigió a la isla de Utoya, a unos 40 kilómetros al norte de Oslo y
escenario de los campamentos anuales de las Juventudes Laboristas noruegas.
Allí, vestido de policía, pasó algo
más de una hora disparando contra jóvenes simpatizantes
del partido socialdemócrata que gobierna el próspero país escandinavo. Asesinó
a 69 personas de ambos sexos, muchos de ellos adolescentes que disfrutaban de
las actividades recreativas o formativas de la acampada laborista. Breivik
alega que actuó “en defensa propia”.
El juzgado central de Oslo
está a pocos minutos de la avenida Karl Johann, primera arteria comercial de la
ciudad, y a la vuelta de las esquina de los edificios reventados por Breivik
con su bomba, en pleno distrito gubernamental. Se han acreditado 800
periodistas de todo el mundo para informar sobre el juicio, que va a durar
hasta junio. Es un proceso sin precedentes en la tranquila Noruega, que pone a
las autoridades ante un reto considerable. Han construido una sala especial,
que lleva el número 250, para las vistas orales. Serán retransmitidas a 17
juzgados de todo el país, donde los supervivientes de la cacería humana
perpetrada por el ultraderechista podrán seguir el juicio.
Una de las principales preocupaciones es que el proceso se
convierta en un circo, así que ni los testimonios de los supervivientes ni las
declaraciones del imputado, que comenzará a declarar mañana, van a
retransmitirse por televisión. Muchos noruegos se dicen hartos de la gran
atención prestada al asesino, que desde que cometió su doble ataque ha copado
innumerables portadas y reportajes en el país. Más de la mitad de los noruegos
han respondido en una encuesta que no quieren ver ni una sola noticia relacionada
con el juicio.
El toque grotesco del proceso contra el criminal más
sanguinario de la historia reciente noruega vendrá con los testimonios de la
defensa. Los abogados de Breivik llamarán a islamistas para que declaren ante
el tribunal. Su objetivo es que el acusado quede en libertad y demostrar que
mató para “defender Noruega” de una invasión musulmana que ya estaría en curso.
Breivik quiere evitar a toda costa que lo declaren loco y que lo encierren en
un manicomio. Sus abogados quieren que sus tesis extremistas sobre la
“invasión” islámica de Europa no se interpreten como síntomas de enfermedad
mental.
Un informe pericial del pasado noviembre diagnostica que Breivik padece una esquizofrenia
paranoide que lo eximiría de
responsabilidad penal. Pero una segunda pericia presentada la semana pasada lo estima cuerdo y responsable de sus
actos. Los jueces deben decidir
cuál de los dos informes se corresponde con la realidad. La defensa ha llamado
a blogueros de ultraderecha para que expongan ante los jueces sus tesis
xenófobas y antimusulmanas y apuntalen así el argumento de la “defensa propia”.
Si es considerado enfermo, ingresaría en un centro
psiquiátrico indefinidamente, sujeto a una revisión periódica. De ser
considerado cuerdo, podría ser condenado a una pena máxima de 21 años de cárcel por
los delitos de terrorismo y asesinato, aunque
la sentencia podría ampliarse si se entiende que sigue siendo un peligro para
la sociedad.
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