31/Enero/2012 Por: Juan
Jesús Aznarez, La primera visita oficial a Cuba de la presidenta de
Brasil, Dilma Rousseff, concluye hoy sin haberse alterado los términos del
viaje acordados hace dos semanas entre las diplomacias de La Habana y Brasilia:
promoción del flanco comercial de la visita, con cientos de millones de euros
de inversión en juego, y ningún contacto oficial con la disidencia, incluida la
bloguera Yoani Sánchez.
Si
hace dos años, el entonces presidente Luiz Inácio Lula Da Silva (2003-2010) visitó
la isla y se abrazó a Fidel Castro, ignorando a la oposición interna y la
muerte del preso político Orlando Zapata, era previsible que la estancia de
Rousseff, discurriera por la misma senda. La disidencia cubana, que pidió ser
recibida, había anticipado el lunes que nada especial cabía esperar de la
visita.
Según fuentes oficiales, el objetivo del viaje era
“profundizar el creciente diálogo y cooperación bilateral, con énfasis en la
agenda económica”
Los
países latinoamericanos más potentes económicamente, con Brasil a la cabeza,
cuidan su interlocución con Cuba de cara un eventual cambio en las relaciones
de EE UU y la isla, la apertura democrática del castrismo y la libre
circulación de capitales y negocios.
El
pluralismo político y los derechos humanos no suelen forman parte de las
agendas empresariales, ni tampoco del plan trazado por un consorcio de empresas
brasileñas, que apoyó la presidenta durante su estancia: la construcción de una
terminal de contenedores en el puerto de Mariel, al oeste de La Habana, cerca
de la costas norteamericanas, en la confianza de que algún día concluirá el
embargo comercial impuesto por Washington a Cuba hace medio siglo. El proyecto,
que deberá estar terminado en unos 10años, ronda los 800 millones de dólares de
presupuesto, es desarrollado por la firma de ingeniería brasileña Odebrecht y
un 80% será financiado por el Banco de Desarrollo del Estado de Brasil (BNDES).
La
exguerrillera brasileña, presa y torturada en 1970 por la junta militar de su
país (1964-85), que hace 40 años reclamaba para su país una revolución
semejante a la conseguida por Fidel Castro en la mayor de las Antillas, ha
visitado La Habana antes que Washington. Quiso saludar el comandante barbudo de
Sierra Maestra, de 85 años, alejado del poder desde 2006, que inspiró a toda
una generación de activistas de izquierdas contra las dictaduras militares en
América Latina. Buena parte de estos activistas, Lula da Silva y Dilma Rousseff
entre ellos, ocupan hoy puestos de gobierno y posiciones de poder pero rechazan
sumarse a las presiones diplomáticas, ensayadas por EE UU y la UE contra el
régimen cubano para conseguir que acepte la democracia pluripartidista. “No les
vamos a decir lo que tienen que hacer”, declaró Marco Aurelio García, asesor de
la presidenta.
La
presidenta de Brasil fue absorbida en La Habana por un programa de actos
oficiales que incluyó durante reuniones con Raúl Castro y funcionarios de los
ministerios económicos y visitas a diferentes instalaciones, entre ellas las
del puerto de Mariel, a 45 kilómetros de la capital. El tema de los derechos
humanos en Cuba no le pareció prioritario al canciller brasileño, Antonio
Patriota, que viajó a la isla hace dos semanas para preparar la llegada
presidencial: “hay otras situaciones mucho más preocupantes, como por ejemplo
en Guantánamo”. Los asuntos económicos centraron la estancia de Rousseff, cuyo
Gobierno concedió el visado de Brasil a Yoani Sánchez. El problema es que las
autoridades cubanas no le permiten salir de la isla. Las expectativas de
contactos con disidencia durante la visita de la presidencia habían quedado
descartados al advertirse oficialmente que el objetivo del viaje era otro:
“profundizar el creciente diálogo y cooperación bilateral, con énfasis en la
agenda económica”. Los intercambios entre Cuba y Brasil, segundo socio
comercial después de Venezuela, alcanzaron una cifra récord: 642 millones de
dólares (488 millones de euros) en 2011, un 31 % más que en 2010.
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