03/Marzo/2012 Por: ANTONIO CAÑO Washington._ Respondiendo
a las dudas de Israel sobre su firmeza respecto a Irán, Barack Obama ha
advertido que no va de farol cuando advierte que está dispuesto a utilizar
todos los medios necesarios para impedir que el régimen islámico tenga la bomba
atómica.
“Creo que el Gobierno israelí sabe que, como presidente de Estados
Unidos, yo no voy de farol”, afirma Obama en una entrevista aparecida este
viernes en la página web de la
revista The Atlantic. “Yo no me dedico a hacer
ruido publicitando cuáles son exactamente mis intenciones, pero creo que tanto
el Gobierno iraní como el israelí saben que, cuando Estados Unidos dice que es
inaceptable que Irán tenga armas nucleares, quiere decir exactamente eso”.
La Administración norteamericana ha declarado en varias ocasiones
que está considerando “todas las opciones” para impedir que el programa nuclear
iraní evolucione hacia la construcción de una bomba. Pero siempre ha añadido
que, por el momento, se apuesta por las soluciones diplomáticas, y nunca ha
precisado si está dispuesta a lanzar un ataque militar.
Esa indefinición ha creado gran
angustia en el Gobierno israelí, que cree que la transformación de Irán en una
potencia nuclear está a punto de entrar en una fase irreversible y apuesta por
emprender acciones militares en los próximos meses. Israel ha utilizado todos
los recursos posibles para conseguir que EE UU comparta esa visión y respalde
el recurso a la guerra. Esa presión se está haciendo más ostensible en vísperas
de la entrevista que Obama y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu,
sostendrán el lunes en la Casa Blanca.
Esta semana un grupo bipartidista de senadores particularmente
fieles a la amistad con Israel, encabezados por Joe Lieberman, presentó en el Congreso un proyecto de
resolución que da de antemano vía
libre a que Obama ordene el bombardeo de Irán, si lo considera necesario.
Numerosos artículos y entrevistas aluden estos días al peligro inminente que
Irán representa y a los beneficios que se obtendrían de un bombardeo de sus
instalaciones nucleares.
Obama, que ha tratado de aplacar hasta ahora la impaciencia
israelí, está invitado el domingo a hablar ante la conferencia anual de la AIPAC
(Comité Americano Israelí de Asuntos Públicos, en sus siglas en inglés), el
principal lobby israelí en Washington. Se espera que
el presidente insista en que las sanciones económicas contra Irán están
surtiendo efecto y que es necesario seguir confiando en esa vía. Pero es
probable también que haga algo más explícita la amenaza militar en el caso de
que las sanciones se acaben mostrando infructuosas.
Hasta ahora, todos los esfuerzos de EE UU han ido dirigidos a
evitar que Israel lance un ataque por su cuenta. Los principales responsables
norteamericanos de seguridad, desde el jefe del Pentágono, Leon Panetta, hasta
el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Thomas Donilon, han
pasado por Jerusalén en las últimas semanas con el mensaje de que un bombardeo
en estos momentos representaría una gran amenaza para el propio Israel y,
posiblemente, no conseguiría el objetivo de paralizar por mucho tiempo el
programa nuclear iraní.
Ninguna de esas visitas parece haber modificado el criterio de
Netanyahu de que el régimen iraní solo renunciará a construir una bomba atómica ante la
certeza de que sufriría serias represalias militares. Es probable que en los
próximos días Obama eleve el tono en esa dirección, para que lo oigan tanto en
Teherán como en Jerusalén.
Es difícil anticipar dónde acabará este pulso. Obama y Netanyahu,
que han tenido múltiples desacuerdos desde que ambos están al frente de sus
países, intentarán en su próxima entrevista dar una imagen de cooperación
respecto a Irán, pero no es fácil que las visiones contrapuestas de ambos se
resuelvan en una entrevista.
Obama y Netanyahu tienen cálculos diferentes sobre el estado
actual del programa nuclear iraní y
distintos intereses políticos a corto plazo. Para Obama es muy arriesgada una
operación militar de esa envergadura a ocho meses de las elecciones. Para
Netanyahu, esos ocho meses son, precisamente, el tiempo en que Obama será más
vulnerable a sus presiones.
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