13/Mayo/2012 JOSE REINOSO Pekín._ “Los dirigentes locales han lanzado una campaña de persecución y
ataques sin límites contra mi familia [para vengarse por mi huida]”, cuenta por
teléfono a este periódico desde el hospital de Pekín donde está recluido Chen Guangcheng, el activista ciego
cuya huida, el pasado 22 de abril,
puso en jaque a China. Chen escapó del arresto domiciliario al que estaba
sometido en su pueblo en la provincia de Shandong, donde estaba vigilado por
cámaras y un centenar de guardias.
“Estoy en tratamiento. Tengo tres huesos del pie derecho
fisurados y me han puesto una escayola. No puedo salir de la cama, ni caminar”,
asegura. Cuando se le dice que a veces su voz no se oye bien y hay
interferencias, responde: “Quizás alguien no quiere que la señal sea buena”.
La huida de Chen ha vuelto a poner los focos de la comunidad
internacional sobre la situación de los disidentes y los derechos humanos en
China. Chen se refugió en la Embajada de EE UU en Pekín, lo que desencadenó las
protestas del Gobierno chino y un enfrentamiento diplomático entre Washington y
Pekín, que finalmente accedió a que el activista vaya con su esposa y sus dos
hijos a estudiar a Nueva York.
Chen afirma que no tiene
“ninguna información” sobre sus documentos de viaje chinos. Pese a ello, suena
seguro de sí mismo lejos de la cárcel en que las bandas de matones desplegadas
por las autoridades locales convirtieron su casa, situada en una zona rural de
Shandong. “Mi mujer y mis dos hijos están bien. Viven conmigo en el hospital”,
explica.
Bajo arresto domiciliario desde que salió de la cárcel en
septiembre de 2010 tras cumplir una condena de cuatro años por su activismo
social, la sorprendente huida de Chen se produjo en vísperas de la visita de la
secretaria de Estado Hillary Clinton a Pekín y la celebración de una cumbre
bilateral que se vio eclipsada por el incidente. El acuerdo alcanzado parece
haber resuelto un encontronazo diplomático que ninguno de los dos países tenía interés
en que se prolongara. Pero 10 días después de salir de la legación de EE UU,
Chen Guangcheng, de 40 años, continúa internado en el hospital de Pekín al que
fue conducido para tratarse el pie que se dañó durante su fuga. Tiene las
visitas restringidas y sigue a la espera de que las autoridades inicien el
proceso para renovar su pasaporte y poder salir de China.
Chen, que se quedó ciego en la niñez, se hizo popular por
ofrecer asesoramiento legal gratis y ayudar a la gente a demandar a los
funcionarios locales por sus injusticias. En 2005, provocó la ira de los
dirigentes provinciales cuando denunció que habían llevado a cabo un programa
de esterilizaciones y abortos forzosos, que afectó al menos a 7.000 mujeres,
para cumplir con la política de hijo único, a pesar de ser medidas ilegales. En
2006, fue encarcelado por “bloquear el tráfico”. Cuando salió de la prisión en
2010, fue puesto bajo arresto domiciliario sin orden legal. Durante el tiempo
que estuvo preso en su propia casa, él y su familia fueron objeto de continuos
abusos y palizas brutales, y quienes intentaban visitarle eran expulsados y
golpeados por los guardias. Según Chen, Pekín ha prometido investigar los
abusos.
La activista He Peirong, de 40 años y profesora que vive en
Nanjing (capital de la provincia de Jiangsu), recogió a Chen Guangcheng después
de que este escalara el muro que rodea su casa y huyera por el campo. Le
condujo en coche hasta Pekín con al menos otro voluntario. Una vez en la
capital, otras personas hicieron llegar al activista ciego a la Embajada de EE
UU. “La fuga de Chen no fue planeada, fue accidental. Siempre quiso escapar y
empleó mucha energía prestando atención a la actividad de los guardias cada día
hasta que se le presentó la oportunidad. Varios amigos recibimos su petición de
ayuda, y decidimos apoyarle”, explica. He fue contactada mediante un correo
electrónico que decía: “El pájaro ha escapado de la jaula”.
He dice que llevaba más de un año preocupada por Chen.
“Organicé muchas actividades, pidiendo a la gente que le prestara atención con
una campaña (en Twitter) bajo el nombre #freechenguangcheng. Muchos extraños le
han ayudado, al menos seis personas. Yo soy una de esas seis. Según lo
acordado, perdí contacto con él cuando llegó a un lugar seguro en Pekín”, cuenta
por correo electrónico.
Tras conocerse la fuga, He fue detenida durante una semana
para “cooperar en la investigación”. “Controlaron mi libertad, pero no fue una
detención oficial. Viví en la habitación de un hotel. Algunos policías venían y
me hacían preguntas”.
He dice que en ningún momento fue acusada de “violar la
ley”. “Tan solo ayudé a mi amigo a ir de Shandong a Pekín, él es un hombre
libre. Ahora está a salvo”, afirma. Cuando se le pregunta si “un disidente en
el extranjero no es un problema menos para Pekín”, responde, “sí, pero la
cuestión es cuándo y cómo se va al extranjero; de lo contrario, se convertirá
en otro problema”. Y cuando se le dice que algunos en el Gobierno aseguran que
los activistas chinos son una herramienta de EE UU u Occidente para crear
inestabilidad en China, responde: “Este es el cliché que utilizan cuando tienen
que hacer frente a una situación crítica. Me gustaría que pudieran ofrecer una
forma más convincente y atractiva de hablar. Sus escritores se han quedado
anticuados”.
Chen alberga un sentimiento agridulce. A pesar de sentirse
aliviado por su situación personal, está preocupado por sus familiares en el
pueblo. Su sobrino, Chen Kegui, que hirió a varias personas con un cuchillo
para defenderse de los desconocidos que irrumpieron en su casa en busca de Chen
Guangcheng “ha sido acusado de asesinato intencionado [a pesar de que no mató a
nadie]”. “Mi hermano mayor tiene prohibido salir del pueblo y los abogados que
se han presentado voluntarios para defender a mi sobrino han sido amenazados
para que no cojan el caso”, concluye.
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